Ocasionar la fuga de aquello de lo que se fuga

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Ocasionar la fuga de aquello de lo que se fuga

Marcelo Real

La gente sensata les dice a quienes prefieren marcharse antes que vivir en falsos refugios de manera hipócrita y tranquila, que no hay por qué escapar, que no da para tanto, que pueden aportar cosas muy originales, muy interesantes, que pueden lograrse las reformas necesarias. Blanchot llamaba a la contrafuga conformista y reaccionaria de esa gente: la “huida ante la huida” (“fuite devant la fuite”)1.

Los valores, las morales, las patrias, las religiones y esas certezas privadas que nuestra vanidad y nuestra complacencia hacia nosotros mismos nos otorgan generosamente son otras tantas falaces moradas que el mundo dispone; para los que piensan permanecer así de pie y en reposo, entre las cosas estables. No saben nada de esa inmensa derrota a donde van, ignorantes de sí mismos, con el rumor monótono de sus pasos cada vez más rápidos que les llevan impersonalmente en un gran movimiento inmóvil.

A esa fuga ante la fuga Deleuze y Guattari le contraponían otra fuga −digamos, de la destitución− que no consiste simplemente en vivir al margen, alejándose de lo social, sino en provocar la fuga de lo social por la multiplicidad de agujeros que lo roen, lo perforan, lo atraviesan. “Las líneas de fuga no consisten nunca en escaparse del mundo, sino más bien en hacer que ese mundo se escape, como cuando se agujerea un tubo, y no hay sistema social que no se escape por todas sus puntas...”2 Se trata de provocar la fuga de aquello de lo que uno se fuga, de ocasionar una fuga en aquello de lo que se fuga, perforando un caño inmundo, liberando un flujo de líquido, gas, información, personas o capital3.
Lo importante es “encontrar una salida, o bien una entrada, o bien un lado, un corredor, una adyacencia4, dar con un pasadizo, como lo muestra ese roedor del cuento de Kafka5 que, al fabricar su guarida, hallaba por dónde se conecta el agujero por el que se sale con el agujero por donde se entra, así como las galerías y las encrucijadas que hay que transitar para ir de un punto al otro −madriguera de ese tipo no equivale a torre de marfil que sirva para permanecer aislado: Josefina la cantora abandonaba el ejercicio individual de su canto para fundirse en la enunciación colectiva de la multitud de héroes de su pueblo de ratones6. Lo muestran también los alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires que solían escabullirse, para no asistir a clases, por los túneles coloniales que yacían bajo la escuela uniendo de manera subterránea el Fuerte, los edificios públicos y las iglesias. Como las galerías estaban plagadas de roedores, se decía que los estudiantes se hacían las ratas. Desde entonces, la expresión “hacerse la rata” (o “hacerse la rabona”) se utiliza en la lengua coloquial del Río de la Plata para designar el acto de faltar a la escuela, sin que se sepa en casa, es decir, sin el permiso de los adultos. Por extensión, el verbo “ratearse” significa: dejar de asistir a alguna parte contra lo debido o lo acostumbrado7.
Pero la fuga destituyente no se reduce a la simple constatación de una práctica marginal, supone más bien trabajar la propia heterogeneidad que surge en ese gesto, afirmando la fuga como tal. Ahora, el gesto destituyente no remite forzosamente a la intención voluntarista de una conciencia responsable −aunque las instituciones siempre encuentren un autor a quien atribuirlo− ni al cálculo cabal de sus eventuales efectos: escapa a la lógica de la rational choice. Acto de pasaje8, produce una mutación tanto a nivel de la enunciación como de la sensibilidad: ya no se puede hablar o escribir como antes; tampoco se puede sentir como antes; se trata de un devenir-sensible, es decir, un acto a través del cual alguien se vuelve otro, sin dejar de ser lo que es9. El acto se precipita a la velocidad de la luz. Torbellino de sensaciones. Vértigo de lo abierto. Apertura por la que se infiltra algo nuevo antes de que se sepa exactamente en qué consiste esa novedad10 y se produce una pérdida, aunque tampoco se advierte muy bien qué es lo que allí se pierde11. ¿Cuándo se ha alejado? ¿De qué se ha alejado? ¿A dónde pretende llegar? No parece tan claro.
Lo cierto es que “Allí donde estaba la vida nuda debe advenir la forma-de-vida”, como escribe Tiqqun12 −fórmula que resuena con la máxima analítica “Donde estaba el ello, el sujeto de lo inconsciente debe advenir”13. Movimiento destituyente: pasaje, entonces, hacia una vida que ya no puede ser separada de su forma, una vida para la cual, en su modo de vivir, está en juego su vivir mismo y, en su vivir, está en juego principalmente su modo de vivir (siendo en ello ejemplar la ética de la llamada “perversión”14, más que la moral de la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace). Dice Agamben: “solo una forma de vida es constitutivamente destituyente”; no cabe, por tanto, postular un “sujeto destituyente” a la manera del sujeto constituyente del discurso, el mundo y demás. En efecto, destituir aquí se conjuga como esos verbos llamados “medios”, ni activos ni pasivos que, como soñar, alucinar o delirar, sugieren un proceso que se realiza a partir del sujeto, pero fuera de él15.
Sea como sea, en las líneas de destitución se trata de desertar más que de instaurar (o restaurar), de conspirar, más que de fundar, de romper el ciclo de las escisiones y las nuevas instituciones. No obstante, no son pocas las tentativas de atrapar la destitución en la lógica de la institución:

al concebir a la institución como un ocho interior [figura topológica sin adentro ni afuera, como una banda de Moebius], único modo de preservar el “vacío” de sus posibles confusiones, sería esta entonces una institución que paradójicamente incluiría en un “lugar central” de la misma, una destitución. En otros términos, la institución no estará totalmente regulada por la función del sujeto supuesto saber sino que deberá presentar en su centro, un vacío, un lugar de “no saber” […]16

Pura cháchara. Por más mínima que una institución pretenda ser, no se sustrae al “sometimiento colectivo”, el “terror conformista”17 ni la fraternidad feroz18 (¡Ojo! El afuera de la institución tampoco está exento de eso19). Por una parte, la lógica del maestro y el discípulo pone desde las más sutiles hasta las más groseras trabas al decir veraz, el hablar franco y la circulación de la palabra, haciendo que toda novedad sea recuperada y aplanada en el discurso institucional. Por otra, la institución no deja de producir el clivaje adentro-afuera que mantiene la brecha entre los que saben y los recién llegados y se expresa mediante el vocabulario del “pedido de admisión” y la “acogida” −que en cualquier momento puede mudar en “dar de baja”. Así, no es extraño que, en la jerga de la institución, la salida destituyente sea decodificada en términos de “dimisión”.
En fin, hay situaciones en las que lo único que queda es salir de ahí, volverse un ser en fuga, dejándose apartar por un soplo o arrastrar por un huracán. Cruzado cierto umbral, ya no se está “al abrigo de”, sino “a merced de” fuerzas ajenas −más que de una voluntad−, a merced del acontecimiento que hace en uno según su potencia. Las fronteras se corren, las antiguas distancias se derriban, el cuerpo sale de la anestesia.
Lo importante es, pues, encontrar un arma o, como dice el mono de ese circo que describe Kafka, una salida:

Intencionadamente, no empleo el término «libertad». No hago referencia a ese gran sentimiento de libertad hacia todas las direcciones. Como primate lo he experimentado y he conocido seres humanos que lo anhelaban. Pero en lo que a mí respecta, no he reclamado libertad ni entonces ni ahora. Dicho sea de paso: con la libertad se engañan los hombres entre sí con demasiada frecuencia. Y así como la libertad pertenece a los sentimientos más elevados, el fraude correspondiente equivale al mismo nivel. […] No, no era libertad lo que quería. Solo una salida; hacia la derecha, la izquierda, hacia donde fuera, no pedía nada más. […]. ¡Salir adelante! ¡Salir adelante! Pero no permanecer allí quieto con los brazos alzados, comprimido en una caja20.

1 M. Blanchot, “La caída: la huida” (análisis de la novela La caída de Camus,) en La amistad [1971], Trotta, 2007, p. 189.

2 La traducción Pre-textos de esta cita de “Tres novelas cortas o ¿qué ha pasado?” reza así: “Las líneas de fuga no consisten nunca en huir del mundo [fuir le monde], sino más bien en hacer que ese mundo huya [mais plutôt à le faire fuir], como cuando se agujerea un tubo, y no hay sistema social que no huya de todas las metas, incluso si sus segmentos no cesan de endurecerse para obstaculizar las líneas de fuga.” G. Deleuze y F. Guattari, Mil mesetas [1980], 2000, p. 208. En sus líneas de fuga los nómadas arrasaban con todo a su paso, encontrando nuevas armas que provocaban el estupor del faraón.

3Del esquizo al revolucionario tan solo hay la diferencia entre el que huye y el saber hacer huir [aquello de] lo que huye [la différence de celui qui fuit, et de celui qui sait faire fuir ce qu’il fuit], reventando un tubo inmundo, haciendo pasar un diluvio, liberando un flujo, recortando una esquizia.” G. Deleuze y F. Guattari, El anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia I [1972], Paidós, 1985, pp. 352-353. “Provocar la huida” (Faire fuir) es también el título de un capítulo de F. Guattari, La revolución molecular [1977], Errata Naturae, 2017, pp. 249 y ss. La expresión “faire fuir” admite también también el sentido de ahuyentar.

4 G. Deleuze, F. Guattari., Kafka. Por una literatura menor [1975], Ediciones Era, 1978, p. 17.

5 F. Kafka, “La madriguera” [1923-1924] en Cuentos completos, Valdemar, 2009.

6 F. Kafka, “Josefina, la cantora, o el pueblo de ratones” [1924] en Cuentos completos, op. cit.

7 Cf. D. M. Zigiotto, Las mil y una curiosidades de Buenos Aires. La ciudad que no conocemos, De los cuatro vientos, 2007, p. 166. Conviene desmarcarse del uso que se hace del término “fuga” en el vocabulario que las instituciones emplean cuando un/a menor lleva a cabo actos por el estilo, los que suelen interpretarse en términos de “transgresión” (como lo muestran las primeras lecturas oficiales que criminalizaban las evasiones masivas realizadas por los estudiantes chilenos al saltar el torniquete −o molinete− del metro, hito que operó como antesala del estallido social de 2018).

8 Escapa igualmente a la clásica distinción psicoanalítica entre, por un lado, el acting out: cuando, instalada la transferencia, el sujeto actúa en una escena, dentro o fuera de la sesión psicoanalítica, sin saber cuál es el elemento reprimido de su fantasía que, en lugar de ser rememorado, vuelve en forma de un acto que involucra un llamado, una réplica o un desafío a la intervención del analista y que, por lo tanto, puede ser analizado. Y, por otro, el “pasaje al acto”: noción que generalmente es usada con una connotación peyorativa, para referirse a un crimen, suicidio o delito sexual en el que el sujeto se sale de la escena, es decir, del marco de su fantasía, realizando un acto que nada quiere decir y por el que el sujeto es reducido a un objeto expulsado o rechazado.

9 G. Deleuze y F. Guattari, ¿Qué es la filosofía? [1991], Anagrama, 1993, p. 179.

10 Cf. la conversación con Félix Guattari que se encuentra en la clase “El poder y los nuevos modos de subjetivación”, del 13 de mayo de 1986 en G. Deleuze, La subjetivación. Curso sobre Foucault, tomo III, Cactus, 2015, p. 163.

11 Cf. el análisis del texto freudiano Duelo y melancolía que realiza G. Agamben en Estancias. La palabra y el fantasma en la cultura occidental [1977], Pre-textos, 2006, p. 52.

12 Tiqqun 2,“Introducción a la guerra civil”, §78. Disponible en: https://tiqqunim.blogspot.com/2013/03/civil.html

13 Retomada, retraducida y comentada por Lacan en numerosas ocasiones, la cita “Wo Es war, soll Ich werden” se encuentra en “La descomposición de la personalidad psíquica” de las “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis” (1933 [1932]) en S. Freud, Obras completas, Amorrortu, 1992, p. 74.

14 No es extraño que en “Para una ontología del estilo” (Homo Sacer IV, 2, El uso de los cuerpos [2014], Adriana Hidalgo, 2017, p. 406), Agamben no encontrara mejor manera de ilustrar en nuestra época la forma-de-vida que hurgar en los historiales clínicos de Freud, en los que sobresale la figura de la perversión: en ella, la vida de un sujeto está enteramente jugada en tal o cual pasión, incontrolable y determinada, en tal o cual gesto o gusto (fetichista, masoquista, transformista). Son los tecnicismos psicopatológicos los que procuran convertir la perversa poliforma-de-vida en nuda vida.

15 Recuerda Agamben a propósito de la diatésis media descrita por Benveniste: “Por una parte, el sujeto que lleva a cabo la acción, por el hecho mismo de llevarla a cabo, no actúa transitivamente sobre un objeto, sino que se implica y se afecciona en primer lugar a sí mismo en el proceso; por la otra, precisamente por esta razón, el proceso supone una topología singular, en la que el sujeto no domina la acción, sino que es él mismo el lugar de su realización. Como está implícito en la denominación mesotes, el medio se sitúa, por lo tanto, en una zona de indeterminación entre sujeto y objeto (el agente es de alguna manera también el objeto y lugar de la acción) y entre activo y pasivo (el agente recibe una afección de su propio actuar).” G. Agamben, Elementos para una teoría de la potencia destituyente [2020]. Disponible en: https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=2027 Cf. también G. Agamben, Epílogo. Para una teoría de la potencia destituyente, Homo Sacer IV, 2, op. cit., p. 493.

16 El que escribe es Jorge Alemán, miembro de la Escuela lacaniana de psicoanálisis del campo freudiano en España y de la Asociación mundial de psicoanálisis, en Para una izquierda lacaniana… Intervenciones y textos, Grama, 2009, p. 86. Cabe mencionar que la potencia destituyente del movimiento psicoanalítico desde sus inicios ha estado comprometida por el poder de las Sociedades, las Escuelas y las Asociaciones. Como lo recuerda Agamben (en Del misterio al efecto, Opus dei. Arqueología del oficio, Homo Sacer II, 5, Adriana Hidalgo, 2012, p. 55), dado que las dos primeras décadas del siglo XX han sido llamadas “la era de los movimientos”, no es casual que en 1914 Freud escribiera su “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”. Sin embargo, la International Psychoanalytical Association logrará anteponerse al Movimiento. Frente a la disolución de la escuela fundada por Lacan se formarán, asimismo, asociaciones como la de los Cartels Constituants de l’Analyse Freudienne ‒y destaco el término “constituyentes” ya que lo destituyente pone justamente en cuestión la dialéctica constituido-constituyente: “quimera la institución sin asociación”, escribía una de sus fundadoras (F. Wilder, Pas seuls. Disponible en: https://www.cartels-constituants.fr/).

17 Cf. J. Lacan, Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista [1956], Escritos I, Siglo XXI, pp. 470-471.

18Frérocité”, neologismo sobre el que versa la revista Littoral, n° 30, Érès, 1990, ocurrencia de José Attal tras leer una nota de prensa francesa en la que se hablaba del odio fratricida entre psicoanalistas.

19 Cf. también “Tesis sobre la comunidad terrible”, Tiqqun 2. Disponible en: https://tiqqunim.blogspot.com/2014/01/terrible.html

20 F. Kafka, “Informe para una academia” [1917], Cuentos completos, op. cit.

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