El primer filósofo destituyente

/

El primer filósofo destituyente

Jacob Blumenfeld

Normalmente, la genealogía del pensamiento destituyente comienza con Para una crítica de la violencia de Walter Benjamin de 1921. Pero me gustaría afirmar que la idea explícita de destitución, tanto ética como política, aparece 77 años antes, en la obra de cierto extraño filósofo de la Alemania de 1844, que fue odiado por Marx y Engels. Me refiero a Max Stirner y a su libro El único y su propiedad. Como dijo una vez Alfredo Bonanno, el pensamiento de Stirner es salvaje, como un toro en una cacharrería. ¡Hay que tener cuidado cuando se le lee!
Max Stirner es sobre todo conocido por ser el objeto de burla de Marx y Engels en La ideología alemana, por ser llamado Sancho Panza o San Max, por ser un egoísta amoral que cree que las ideas controlan el mundo como fantasmas, y que necesitamos deshacernos de estas malas ideas para ser libres. Se le considera un precursor de Nietzsche, una influencia para Emma Goldman, Ernst Jünger y Marcel Duchamp. Se le ha llamado nihilista, anarquista, fascista, capitalista y comunista. Pero lo que nunca se ha demostrado hasta ahora, salvo en mi libro All Things are Nothing to Me: The Unique Philosophy of Max Stirner, es que Stirner es un pensador destituyente, de hecho, el primer pensador pro-destituyente.
En realidad, solo quiero señalar dos puntos que muestran la sensibilidad destituyente de Stirner: el primero, se expresa en su crítica al concepto de hombre o ser humano, contra el que Stirner plantea el contraconcepto de no-hombre o no-humano.
El otro punto, es la crítica de Stirner a la revolución y la constitución, contra la que plantea la cuestión de la insurrección sin constitución, sin armas.
Si bien me detendré en éstas ya que que son las formas éticas y políticas de la indigencia que defiende Stirner, existen otras, como la indigencia social, estética o religiosa.
Quisiera comenzar con la idea que Stirner tiene del hombre. ¿Qué es el no-hombre (Unmensch)? Se lee en El único y su propiedad (1844): “es un hombre que no corresponde al concepto Hombre, como lo inhumano (Unmenschliche) no corresponde con el conjunto de atributos que forman el concepto humano. […] Únicamente el no-hombre es el hombre ‘real’.”El no-hombre no es alguien distinto de mí como humano, sino esa parte de mí que no es explicable por mi “humanidad” o cualificaciones de especie. Soy no-hombre cuando me excedo, me quedo corto, me trastorno, me anulo o me desplazo de ser interpretado a través de la rejilla del concepto hombre, ser humano.
El no-hombre de Stirner señala que mi humanidad es una categoría amoral, una manipulación de la taxonomía biológica para justificar políticamente el poder. El no-hombre es ese homo sacer que funda y niega el proyecto liberal de los derechos humanos. Es esa parte real de mí que no puede simbolizarse en ningún orden, pero que estructura el orden simbólico como tal.
El no-hombre no solo hace sonar la campana matutina de la “muerte del Hombre”, sino que significa ese suplemento que se ata a cualquier lógica esencializadora. “Adelante, postula al hombre −parece decir Stirner−, pero quiero que sepas que no soy yo, pues soy demasiado o demasiado poco para tal categoría. En cierto sentido, estoy sustraído al hombre, no porque desee otra cosa, sino porque no deseo cumplir con los criterios impuestos de humanidad”. ¿Qué es el ser humano? El Hombre, dice en El único y su propiedad,

no es más que un ideal y la especie no es más que algo que puede pensarse. Ser un hombre no significa representar el ideal del hombre sino ser “uno mismo” el individuo. ¿Qué tengo Yo que ver con la realización de lo humano en general? Mi tarea es satisfacerme, bastarme a mí mismo. Yo soy quien soy, mi especie. Yo carezco de regla, de ley, de modelo […]

El rechazo de Stirner a ser un “ser humano” no se confunde con un vulgar antihumanismo. Más bien representa un profundo problema para cualquier marco filosófico-político que se abstraiga de la singularidad de la existencia individual, sacrificándola por alguna causa superior, categoría universal, regla general o deber moral separado del individuo.
Stirner pregunta: ¿Cómo puedo ser plenamente yo? Lo que podemos traducir así: ¿Cómo puedo rechazar la mediación social de la dominación? Contra el aplanamiento en una identidad, función, rol, comunidad, nación o trabajo, Stirner dice: “solo quiero ser ‘yo’, despreciar la naturaleza, a los hombres y sus leyes, a la sociedad humana y su amor, y desligarme de toda relación general, incluso la del lenguaje, contigo.”
Torpemente, y adelantándose a su tiempo, Stirner intenta pensar el problema de la no-identidad, el nadir de la subjetividad que rompe con las determinaciones objetivas de la sociedad.
Un año después de El único y su propiedad, Stirner escribió Los recensores de Stirner una respuesta a sus críticos, en tercera persona, tratando de explicar más su concepto de no-hombre. Allí se lee:

Parece ser que el libro de Stirner está escrito contra el Hombre. lo cual, junto a la palabra “egoísta”, le ha granjeado los juicios más severos y ha despertado los prejuicios más tenaces. Pues sí: el libro está realmente escrito contra el Hombre; y, sin embargo, Stirner hubiera podido encaminarse a la misma meta sin ofender tanto a la gente, con solo volver el asunto del revés y decir que estaba escribiendo contra el inhumano. Solo que. en este caso, habría tenido él mismo la culpa de que se le entendiera mal, aunque en el sentido opuesto, esto es, en el sentido sentimental, viéndose colocado en las filas de quienes levantan la voz a favor del “hombre verdadero”. Pero Stirner dice: el Hombre es el inhumano; lo que es uno, lo es el otro, y lo que se diga contra uno, se dice contra el otro. […] El hecho de que todo hombre real, medido por el concepto de hombre, es inhumano, la religión lo expresaba mediante la proposición de que todos los hombres son “pecadores” (la conciencia del pecado); hoy en día al pecador se le llama “egoísta”. ¿A qué decisión llevó ese descubrimiento? A la de redimir al pecador, de vencer al egoísmo, de encontrar y realizar al hombre verdadero. Se desechó lo peculiar, esto es, lo único, en favor del concepto; se desechó al inhumano en favor del hombre, sin advertir que el inhumano es la justa realidad del hombre y la única posible; se quería a toda costa una realidad verdaderamente humana del hombre. […] El hombre es real y efectivo en el inhumano; todo inhumano es… el Hombre. Pero tú solo eres inhumano en tanto que eres la realidad del Hombre; solo eres inhumano en comparación con el concepto de Hombre. Tú eres inhumano, y por eso eres perfectamente hombre, hombre real y efectivo, eres hombre perfecto. Pero es que tú eres más que hombre perfecto: eres un hombre peculiar, un hombre único. El hombre y el inhumano, esos opuestos del mundo religioso, pierden su significado divino y diabólico, es decir, sagrado o absoluto, en ti, en el Único.

Marx piensa que la concepción de Stirner del no-hombre no es más que una expresión de las contradicciones de la sociedad burguesa, que representa la rebelión sin la revolución, la negatividad sin lo positivo. Escribe junto a Engels en La ideología alemana:

El contradictorio juicio de los filósofos según el cual el hombre real no es hombre, es solamente, dentro de la abstracción, la expresión más amplia y más universal de la contradicción universal que de hecho existe entre las condiciones y las necesidades de los hombres. La forma contradictoria de esta tesis abstracta corresponde enteramente al carácter contradictorio de las condiciones de la sociedad burguesa, llevadas hasta su máxima agudización. […] Esta llamada “inhumanidad” es, asimismo, un producto de las actuales condiciones, ni más ni menos que la “humanidad”; es su aspecto negativo, la rebelión, no basada en ninguna nueva fuerza revolucionaria de producción, contra las condiciones dominantes que descansan sobre las fuerzas de producción existentes y el modo de satisfacción de las necesidades que a ellas corresponde. La expresión positiva llamada “humana” corresponde a las condiciones dominantes determinadas, de acuerdo con cierta fase de la producción y al modo de satisfacer las necesidades por ella condicionadas, del mismo modo que la expresión negativa, la “inhumana”, corresponde a los diarios intentos nuevos provocados por esta misma fase de la producción y que van dirigidos a negar dentro del modo de producción existente estas condiciones dominantes y el modo de satisfacción que en ellas prevalece.

Así pues, Marx reconoce la crítica destituyente de Stirner e intenta integrarla diciendo: “sí, es legítima, pero para realizarse, para liberarse de las trabas que dominan a los individuos, requiere la lucha en común”. Se lee nuevamente en La ideología alemana:

Pero, si Sancho enfocase por una vez esta “liberación” no en el sentido de liberarse simplemente de las categorías, sino en el de liberarse de las trabas reales, vería que esta liberación presupone un cambio común a él y a una gran cantidad de situaciones parecidas y determina un estado nuevo del mundo, común también con otras. […] En la época actual, la dominación de las formas materiales sobre los individuos, la opresión de la individualidad por la casualidad ha cobrado su forma más aguda y más universal, imponiendo con ello una tarea muy determinada a los individuos existentes. Plantea ante ellos la tarea de sustituir la dominación de las relaciones y de la casualidad sobre los individuos por la dominación de los individuos sobre la casualidad y las relaciones. […] Esta tarea impuesta por las condiciones actuales coincide con la tarea de organizar de un modo comunista la sociedad.

La verdadera crítica destituyente de Stirner se encuentra en la diferencia entre insurrección y revolución que plantea en El único y su propiedad:

Revolución e insurrección no son sinónimos. La primera consiste en una transformación del orden establecido, del status del Estado o de la Sociedad; no tiene, pues, más que un alcance político o social. La segunda conduce inevitablemente a la transformación de las instituciones establecidas. Pero no surge con este propósito, sino por el descontento de los hombres. No es un motín, sino el alzamiento de los individuos, una sublevación que prescinde de las instituciones que pueda engendrar. La revolución tiende a organizaciones nuevas, la insurrección conduce a no dejarnos organizar, sino a organizamos por nosotros mismos, y no cifra sus esperanzas en las organizaciones futuras. Es una lucha contra lo que está establecido en el sentido de que, cuando triunfa, lo establecido se derrumba por sí solo. Es mi esfuerzo para desprenderme del presente que me oprime. Cuando lo he logrado, ese presente muere y, naturalmente, se descompone. En suma, no siendo mi objetivo derribar lo establecido, sino elevarme por encima, mis intenciones y mis actos no tienen nada de político, ni de social […]

En mi opinión, este levantamiento desarmado no busca acuerdos predeterminados ni instituciones políticas, salvo las que forman los propios individuos juntos en la lucha. Es la asociación de individuos libres, la unión de un sindicato, la expropiación de la propiedad, por nosotros mismos, de nosotros mismos.

Como dice en el El único y su propiedad:

La revolución ordena organizarse; la insurrección reivindica la sublevación o el levantamiento. El problema que preocupaba a los cerebros revolucionarios era la elección de una constitución; toda la historia política de la Revolución está llena de luchas y cuestiones constitucionales; igualmente, los genios del socialismo se han mostrado asombrosamente fecundos en instituciones sociales (falansterios, etc.). Pero una insurrección ansia liberarse de toda constitución.

Stirner es el primer filósofo que plantea la cuestión de la destitución, pero somos nosotros quienes debemos responderla.

< Volver a «Lo destituyente»