La pandemia de los sueños. Un archivo onírico del Covid-19

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La pandemia de los sueños. Un archivo onírico del Covid-19

Lucía Brienza, Flavia Castro, Victoria Farruggia, Florencia Harraca, Soledad Nívoli, Soledad Secci, Julián Varela
(Tejedores de sueños)

Durante el año 2020, nuestro equipo del Centro de Estudios Periferia Epistemológica (CEPE) se dispuso a recolectar las formaciones de la “máquina de soñar” que la pandemia del Covid-19 había puesto a funcionar. Teníamos en mente las orientaciones metodológicas y epistemológicas de la periodista alemana Charlotte Beradt, que en El Tercer Reich de los sueños (LOM, 2019/Pepitas de Calabaza, 2021/Tinta Limón, 2025), había señalado el carácter de “sismógrafo de época” que adquieren los sueños cuando una sociedad se enfrenta a situaciones extremas.
En mayo de 2024, luego de algunos años de elaboración de ese archivo onírico pandémico, publicamos el libro La pandemia de los sueños. Un archivo onírico del Covid-19 (Brienza, Castro, Farruggia, Harraca, Nívoli, Secci, Varela; CEPE, 2024), cuyo tejido onírico coral exhibe de manera asombrosa los diferentes aspectos de esa situación tan compleja que nos tocó atravesar como especie. El texto onírico hilado durante nuestra existencia pandémica no sólo logra elucidar algunos aspectos centrales de la misma, sino que también proporciona impactantes imágenes con las cuales es posible reflexionar acerca de lo ocurrido. Entendemos que el recorrido que realizan los sueños por los diferentes motivos pandémicos (inminencia, temor al contagio, disciplina de los cuidados, control de los movimientos, asilamiento social, encierro, virtualización de las relaciones, etc.) nos permite revisitar lo ocurrido con la espontaneidad que ofrece la imaginación onírica, permitiéndonos, además, encontrar modos inéditos de continuar tejiendo lo común.
En el encuentro sobre la “Vida no-fascista” de la Casa de Filosofía, presentamos nuestro libro con una intervención que combinaba la proyección de imágenes de artistas rosarinos y la lectura de algunos de los sueños del archivo. Una imagen artística por capítulo (de un total de diez), junto a una imágen onírica seleccionada de cada uno de ellos, invitan a continuar elaborando ese episodio de nuestra historia reciente que ha quedado en nuestros espíritus como un mal sueño y en nuestros cuerpos como un impacto difícil de borrar. Compartimos a continuación ese tejido de imágenes y algunos extractos del libro. 

« Estamos mis hermanos, mis padres y yo en un campo aislado de la civilización. No hay nadie ni nada cerca.
Hay rumores de que la guerra se está acercando a nosotrxs a pasos agigantados.
Caos. “Está llegando, está llegando”, pienso yo. Pero pareciera que soy la única convencida de ello. Mi familia, inmutada. No hablan, no se mueven.
Desesperación.
Los vemos a lo lejos. Tanques de guerra, sin soldados y completamente silenciosos, se acercan cada vez más, mientras destrozan todo lo que está a su alrededor.
Los cinco, expuestos, indefensxs, juntxs y sin escapatoria, vemos cómo la amenaza está, a cada latido, más y más cerca.
Ellxs actúan como si no los vieran, es que no quieren verlos, pero están solo a unos pasos.
No reaccionan.
Lo único que se escucha en medio de ese silencio aterrador, son mis gritos:
“Si les pasa algo a ustedes me muero, me muero”. Como si ellxs estuvieran menos a salvo que yo.
“Mamá, hacé algo, por favor, hacé algo”. Como si de ella dependiera mi vida, como si fuera un bebé, incapaz de defenderme.
No responde. Ya están acá. Y, un segundo antes de perder la esperanza, me despierto.» 

Estudiante de Psicología, 24 años.
Rosario, Argentina, soñado el 10-03-2020 (p. 39)

En este capítulo, Flavia Castro acompaña los sueños anticipatorios de nuestro archivo, que escenifican tempranamente (antes de la declaración del ASPO1 en Argentina) aquello que se avecinaba, recurriendo a la dramaturgia de la guerra: la que aún no se ha declarado, pero que se siente en el aire; la que ya está instalada y por lo tanto obliga a huir; y la que remite a tristes pasajes de nuestra historia reciente (la Guerra de Malvinas). Edificios destruidos, aviones, helicópteros y armas de diverso calibre configuran el decorado y la utilería de estos sueños. Los seres mutantes y extraterrestres no tardan en llegar, dando al conjunto un aspecto apocalíptico y aterrador. Poco a poco, los sueños nos van mostrando de qué manera estas amenazas externas, personificadas bajo la forma del “enemigo”, del “mutante” o del “extraterrestre”, van trasladándose al interior de los hogares, esta vez bajo la forma de “intrusos”. El asalto, el robo y la violencia ejercida sobre los bienes y los cuerpos de los soñantes no se hacen esperar. Este capítulo se cierra con una serie de experiencias oníricas que tienen a las amenazas sobre el cuerpo como protagonistas privilegiadas (pp. 26 y 27).

Yo soñé que metía las patas en el mar. Lo único que sentía era el fresco del agua en las piernas…

Docente, 32 años. Rosario, Argentina, 
soñado entre el 20-03-2020 y el 31-03-2020 (p. 72)

En el capítulo, «Evasiones o “el fresco del agua en las piernas”», Lucía Brienza nos guía a través de los refrescantes sueños que intentaban (con mayor o menor éxito) huir del aplastante mundo del Covid-19. La agencia de turismo onírico se puso a trabajar a tope y permitió a varios soñantes tomarse vuelos espectaculares a Nueva York, Groenlandia, París, Mar del Plata, países tropicales, lagos del sur… Estos sueños, alterados apenas por algún que otro detalle inquietante y paradojal (que penetran en ellos como agujas provenientes de la distópica realidad circundante), proporcionaban a sus huéspedes un relajante recreo, donde el sol, el agua, el cielo, los juegos y las buenas compañías desempeñaron un papel protagónico. La regla de estas formaciones oníricas es de carácter básico, casi diríamos “infantil”: frente a una situación funesta, es preciso desconectar del mundo y conectar con las fantasías. En un contexto de detención forzosa, de angustia ante lo desconocido, de aislamiento de los afectos, las fantasías se vuelven “simples”: un poco de aire fresco, un poco de agua en las piernas, una buena charla amistosa… y uno de los clásicos de la vida onírica: la experiencia de volar (pp. 27 y 28).

« Estábamos en casa. Y una amiga me pedía que la acompañe al psiquiatra. Yo la buscaba caminando. Nos tomábamos el 146. A la altura de las tres vías la poli paraba el colectivo…Y yo no tenía justificación para ir en cole. Entonces bajaba y salía corriendo. Mientras tanto la poli me seguía. Y sí, recuerdo que mientras corría, lloraba y les gritaba “Sólo necesité salir”, y ahí me desperté

Peluquera, 37 años. Rosario, Argentina,
soñado entre el 20-03-2020 y el 31-03-2020 (p. 97)

En «Prohibiciones o “sólo necesité salir”», Florencia Harraca persigue el derrotero de los sueños invadidos por representantes de las fuerzas del orden, que piden explicaciones sobre las diversas violaciones oníricas a la cuarentena imperante y hostigan a los soñantes por diversos espacios públicos de la ciudad. Se respira en estos sueños una atmósfera densa y angustiante, que nos devuelve la impresión muy vívida de lo que nos ha tocado experimentar durante los largos meses de encierro del año 2020. La circulación deseada y ejercitada (generalmente al comienzo de cada sueño) se ve generalmente interrumpida de manera violenta por diversos acontecimientos oníricos que despabilan el fantaseo del soñante y le recuerdan que no puede, ¡ni siquiera en sueños!, evadir los controles. Las fuerzas del Estado pueden mostrar su cara más agresiva: chorros de agua y fusilamientos se hacen presentes en los sueños. No alcanzan las huidas, las excusas pueriles, las búsquedas frenéticas de los papeles requeridos, ni las diversas explicaciones ensayadas por los soñantes. La desesperación parece sobrevolar todos estos sueños, obligando a sus responsables a despertarse de golpe. La vertiginosa incorporación de prescripciones y proscripciones en el nuevo régimen pandémico no resulta tan sencilla de digerir. Y los sueños lo saben (p. 28).

« En una parte del sueño estaba con un par de las chicas del colegio, nos estaban trayendo a casa. Mi casa no era mi casa, sino que era un estacionamiento enorme de un super, y atrás era una casita chiquita donde estaba mi auto estacionado. Me dejaron a mí en el estacionamiento. Me lo puse a recorrer hasta llegar a la casita y había una piba que me estaba persiguiendo y que quería asaltarme porque ella no tenía nada para comer. Le dije a mis papás cuando entré que cerremos todo, porque seguro iba a pasar eso todos los días, gente muriendo de hambre buscando comida por todos lados

Estudiante de arquitectura, 22 años. San Nicolás de los Arroyos, Argentina, 
soñado entre el 01-04-2020 y el 12-04-2020 (p. 124)

En «Encierros o “mi casa no era mi casa”», Julián Varela explora las alteraciones de los espacios cotidianos, particularmente el correspondiente a la casa, extensión de la esfera de la intimidad. En numerosos sueños las casas están “tomadas”, transformadas, deformadas y en muchos casos, irreconocibles. Sus funciones básicas se encuentran alteradas (de las canillas sale fuego, de las duchas sale gas), sus ambientes se hallan obturados por numerosos trastos, y seres extraños las invaden, desde animales hasta intrusos de diversa índole. Las puertas y las ventanas, esos célebres canales de conexión con el exterior que hacen las veces de bocas, ojos y oídos de las casas, adquieren particular protagonismo en este conjunto de sueños. La variedad es grande, y va desde casas sin ventanas, hasta puertas que no se abren, pasando por llaves que se pierden, por situaciones en las que no se encuentra la salida, y por pasillos interminables que desembocan en otras puertas y en otros pasillos, al mejor estilo de Alicia en el país de las maravillas. A medida que la cuarentena se extiende, la transformación del interior del hogar se radicaliza y se mixtura con elementos y tareas que antes quedaban del lado de “afuera”, situación que se replica también en los sueños. Los interiores se convierten en escenarios aptos para albergar todo aquello que antes quedaba puertas afuera, como el trabajo, el esparcimiento, la sociabilidad, el comercio, etc. A la vez, los antiguos lugares de sociabilidad, como cines, bibliotecas y bares, adquieren en sueños características de lo íntimo, mostrando así su inquietante hibridación (pp. 28 y 29).

« Estábamos pasando la cuarentena juntos, aunque era acá en Santiago porque nos maravillábamos que llovía y en teoría el milagro se producía porque había menos contaminación gracias a la cuarentena

Docente e investigadora, 42 años. Santiago de Chile, 
soñado entre el 20-03-2020 y el 31-03-2020 (p. 162)

Soledad Secci, en «Naturalezas o “la cuarentena juntos”» nos invita a navegar junto a los sueños y a dialogar con las diversas criaturas que desfilan por sus escenarios. Es sorprendente la cantidad y variedad de animales y monstruos que se apersonaron en los sueños de la pandemia, marcando el pulso de nuestros miedos y también de nuestros anhelos. Los perros y los gatos tienen el mayor número de apariciones, representando diferentes papeles que van desde lo tierno hasta lo abiertamente agresivo. Los pequeños animales como bichitos colorados, mariposas, abejas y garrapatas presentan su cariz romántico y a la vez amenazante. Peces, tiburones, carpinchos, ratones, murciélagos, pájaros y hasta un elefante bebé jalonan varios de los relatos oníricos. Y como si todo esto fuera poco, los seres monstruosos no se quedan atrás y también disputan su protagonismo en estos sueños. Palomas gigantes, monstruitos de Wuhan, pulpos y bichos alienígenas, demonios y bestias imprimen a estos relatos un innegable cariz cinematográfico, que varios de los soñantes, por otro lado, señalan. Los fenómenos climáticos también protagonizan algunos de estos sueños, bosquejando un mundo donde los cuatro elementos parecen adueñarse de la escena (pp. 29 y 30).

«Soñé que estábamos todos en una fiesta, como playa blanca, había descampados, y carpitas. Vendían caramelos. Yo la estaba pasando re bien, pero pará, antes de todo esto, vi a mis papás en la fiesta también, ¡muriéndose de risa! Yo pensaba, “no puede ser, ¿no es que no se puede salir?”.
Estamos todos en cuarentena, pero estamos de fiesta. Y yo no entendía nada, mis papás no me retaban. Y en un momento, en esas carpitas, jugué y gané muchos caramelos, pero no los podía tocar, por miedo a que me agarre coronavirus

Estudiante de Odontología, 22 años. Argentina, 
soñado entre el 01-04-2020 y el 12-04-2020 (p. 219)

En «Aglomeraciones o “estamos todos en cuarentena, pero estamos de fiesta”», Soledad Nívoli se hace cargo de las muchedumbres que inundan los sueños de nuestro archivo. En primer lugar, recupera la imagen del río como símbolo de las aglomeraciones surgido en la modernidad junto al advenimiento de las masas a la esfera pública, para mostrar la pervivencia de esa asociación en los sueños de nuestro archivo. A continuación, invita a darse “baños de masa” junto a los sueños de stockeo, esto es, aquellos que de manera directa o elíptica ponen a los soñantes en incómodas filas de supermercados o en centros comerciales plagados de gente. Luego, recorre las diversas fiestas oníricas que tuvieron lugar durante el ASPO, espacios de algarabía y olvido de sí que, repentinamente, se transformaban en espacios amenazantes, asfixiantes y desesperantes, de los que era preciso huir. Finalmente, acompaña el vagabundeo onírico por calles atestadas que van delineando punto por punto los pasajes salientes de la pandemia, como las amenazas, las prohibiciones, la invasión salvaje de la naturaleza en el seno de la ciudad, la esperanza de la cura por la “inmunidad de rebaño” y la convicción de que, a pesar de todo lo acaecido, la humanidad no terminará de aprender la lección (p. 30).

«Estaba con alguien en Buenos Aires, de noche, y quería cruzar esa avenida grande que parece interminable. Cuestión que da el semáforo y yo empiezo a cruzar, el semáforo tardaba un minuto en ponerse en verde otra vez. Tenía la sensación de que algo me impedía avanzar más rápido, yo quería, pero no podía, me tiraba hacia atrás y me hacía caminar lento, me cansaba. Cuando llego a la mitad de la avenida había como un lugar con pasto y en un tacho de basura había unos hombres revolviéndolo.»

Estudiante de Psicología, 20 años. Rosario, Argentina, 
soñado entre el 13-04-2020 y el 26-04-2020 (p. 273)

En «Impotencias o “algo me impedía avanzar”», Florencia Harraca aloja a los relatos pandémicos con sabor a Hamlet que poblaron nuestro archivo. Entre la risa y la desesperación, estos sueños proyectan las más variadas películas sobre acciones inconclusas, fallidas o imposibles. Sus protagonistas se encuentran atrapados en situaciones inéditas por un lapso de tiempo interminable, que aprisiona sus movimientos convirtiéndolos en seres torpes e incapaces de concluir una tarea generalmente encarada por alguna razón ajena a su voluntad. Los más diversos medios de transporte (trenes, subtes, taxis, aviones y hasta ambulancias) desfilan por estos sueños desamparando a sus protagonistas, que no pueden tomarlos por diversas razones (porque llegan tarde, porque están llenos, porque simplemente no aparecen) o que, de alcanzarlos, viajan en condiciones deplorables o se ven defraudados en su pretensión de arribar a algún destino. Cuando logran manejarlos, lo hacen a duras penas, con el calzado inadecuado, sin papeles o desconociendo el rumbo. La ciudad pandémica es el escenario privilegiado en muchos de estos sueños, donde el objetivo de los soñantes (generalmente indefinido) parece aplazarse sin descanso, una y otra vez (p. 31).

«… salía de casa después de la cuarentena y estaba en una isla, no había nada, solo una lancha para irme en mi muelle. O sea era lo que había quedado de la ciudad. No me animé a subirme a la lancha para ver qué estaba pasando.»

Estudiante de Arquitectura Naval, 22 años. San Nicolás de los Arroyos, Argentina, 
soñado entre el 01-04-2020 y el 12-04-2020 (p. 312)

En el octavo núcleo, Julián Varela recorre los espacios enrarecidos generados por el ASPO. En «Desamparos o “lo que había quedado de la ciudad”» se producen múltiples cortocircuitos oníricos entre el “adentro” y el “afuera”, lo que conlleva la infección del interior del hogar con elementos del espacio público y, como contrapartida, la decoración de la ciudad con implementos de la vida privada. Gente sola que duerme en la calle y luego se cambia para ir al trabajo o interiores repletos de gente que cumplen sus tareas en el seno del hogar, son algunas de las inversiones que vemos desfilar por estos sueños. Los lugares familiares se han vuelto extraños, y esto se expresa con claridad en las producciones oníricas que colocan a sus soñantes frente a lo desconocido y a lo alterado: la mudanza o las vacaciones a otras ciudades, donde ocurren situaciones catastróficas y angustiantes; o los derroteros por la propia ciudad que se ha convertido en un espacio inhóspito y lleno de peligros. La comunicación con los demás se encuentra generalmente interrumpida, ya sea porque los celulares no aparecen o porque sencillamente el prójimo ha devenido un ser insensible frente al dolor de los demás. Los sueños de este capítulo no permiten guarecerse del desamparo originario, sino que más bien lo ahondan, mostrando una de las facetas más crueles de la pandemia (pp. 31 y 32).

«Soñé que mi ex novio (en su momento era mi novio) moría de un paro cardíaco y no podía despedirme, me desperté llorando.»

Estudiante, 20 años. Rosario, Argentina, soñado entre el 13-04-2020 y el 26-04-2020 (p. 343)

Victoria Farruggia recibe a las visitas oníricas en «Apariciones o “muertos que viven”», y les facilita un camino de retorno. Los sueños de este capítulo vuelven al país de la infancia, a los hogares de crianza con hermanos, padres, madres, tíos y abuelos que ya no están. Vuelven a los días de colegio, a las amistades y a los noviazgos de juventud, recreando nuevas y viejas aventuras. A medida que el encierro del mundo circundante se extendía, los sueños se iban poblando de una variada sociabilidad de antaño, conformada mayoritariamente por personas en su momento muy cercanas, que con el paso del tiempo se habían ido alejando del mundo afectivo de los soñantes. Sin previo aviso, estos aparecidos se apersonaron a compartir un momento onírico inolvidable, en mayor o menor medida enrarecido por el contexto, que dejaban al despertar una nostálgica (y a veces también inquietante) sensación de cercanía. Frente a la pasmosa realidad y a nuestra falta de respuestas, el camino de regreso al tiempo perdido (clásico recorrido de la vida onírica) estuvo disponible y fue transitado en cuantiosa compañía (pp. 32 y 33).

« Estaba en una comunidad que tenía camitas cuchetas en unas cuevas, y me enteraba que tenía Covid y tenía mucho miedo de contagiar. Así que me envolvía en papel film y le pedía a todxs que se alejen, pero se subían a mi cama (yo estaba parada al lado de la cama) y me abrazaban y yo en crisis básicamente. Así que me escapaba en una balsa, el mar se volvía loco y se comía el barco/balsa, yo miraba la situación desde afuera.»

Comerciante, 30 años. Rosario, Argentina, soñado entre el 12-07-2020 y el 30-10-2020 (p. 368)

Finalmente, los sueños aglutinados en la estación terminal de nuestro recorrido, «Coronavirus o “me envolvía en papel film”», que aluden de manera transparente y explícita al Covid-19, recapitulan los motivos pandémicos centrales presentes en cada una de las estaciones recorridas. Flavia Castro hilvana los diferentes relatos oníricos punteando un recorrido en el que las alusiones directas a la enfermedad, la presencia de amigos o familiares infectados, el miedo al contagio, la impronta de los protocolos de higiene y el principio de distanciamiento de los cuerpos cumplen un papel nodal. Las locaciones privilegiadas de estos sueños son los hospitales y muchos de sus protagonistas son profesionales de la salud que en numerosas ocasiones yerran en sus intervenciones. También aparecen los sueños esperanzadores, aquellos que adivinaron el festejo por el fin de la pandemia y el descubrimiento de la vacuna, y aquellos que se las ingeniaron para recrear espacios lúdicos de encuentro a pesar de todas las prohibiciones (p. 33).

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Les invitamos a recorrer las páginas de La pandemia de los sueños con el anhelo de que los sueños allí reunidos ofrezcan algunas claves para seguir pensando y conversando sobre lo ocurrido durante la pandemia. Estamos convencidas de que un diálogo más fluido entre la vida de vigilia y la vida onírica contribuye a ampliar nuestros marcos de referencia y nos permite adquirir mayor lucidez en momentos claves, cuando las categorías de la razón claudican y el mundo se vuelve un lugar inhóspito.

  1. Nota de edición: Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. ↩︎

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